miércoles, noviembre 23, 2011

¡zzzzzzzz!

Muchos de los sueños terminan en un corto circuito, en un callejón sin salida, en una impresión llamativa o con la intervención de una circunstancia externa a la narración onírica. Por eso es un relato sin indicios o sin progresión narrativa que termine en una resolución apoteósica o, como en una gran novela policíaca, en un callejón sin salida donde nos sintamos hasta culpables por su enredada trama.

Igualmente, las narraciones oníricas son perfectas, sin fisuras, redondas y solo tiene intérpretes, nunca críticos.

Entonces, si las expectativas no aparecen simplemente suceden los hechos. No entramos en enamoramientos, estéticas de secuencialidad o dolores por la suerte de los personajes. El único focalizador posible (es decir, el soñador), siempre tiene la única versión de esos relatos de una sola ejecución. Nuestra única actividad seudoconsciente mientras dormimos es narrar en estado puro, sin trucos, sin premeditación, sin guías de ajuste o transiciones. ¿Qué nos motiva la ficción onírica? ¿Cuál es su género? ¿Cómo construye imágenes?

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jueves, noviembre 10, 2011

"Yo no quiero volverme tan loco"




Uno de los dichos comunes en la literatura, donde abundan (y nos los rebuznan para que sigamos diciéndolos en lo sucesivo), es que los únicos temas a tratar son la muerte y el amor. Como yo generalmente persigo el sentido común (me asusta levantarme un día con la sensación de haber dejado la normalidad), creo que son temas tan generales, que son ciertos. Es decir, la perogrullada se mantiene.

Como todos tenemos lugares comunes (la misma calle transitada en ambos sentidos millones de veces), gustos parecidos (así el paladar, la vista o el oído nos engañen permanentemente), formas de querer y morir parecidas, no está mal que entremos a compartir los temas generales.

Eso que me preocupará la mañana que perderé la cabeza es latente y está al acecho. No quiere decir que perdamos el sentido común de la noche a la mañana, es el avance imperceptible de lo maniático, de lo rutinario (esas acciones que sospechosamente se vuelven casi rito, casi forma única, casi actividad de todos los días), de las pinceladas que adornan la mente del desenvuelto, de integrado a profundas realidades, habitante de calles paralelas. Aquel que sufre un rayón mental.

No es lo mismo “hacerse el loco” (o el gringo o el extranjero), que implica la voluntad de explorar los confines del pensamiento o dejarse llevar por una aparente ignorancia. Hablo de la locura no premeditada, esa que nos asaltará y no nos permitirá volver al camino, esa que armamos nosotros mismos sin querer, permitiendo que el cerebro trabaje a su máxima expresión, tan eficaz que es capaz de emanciparnos o extraditarnos a lugares inhóspitos, para no volver nunca más.

Entonces, debo repetir: la literatura se dedica a dos temas.

Alöise

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miércoles, noviembre 02, 2011

Multiforme...

















Como si fuera el tripulante de un caleidoscopio, ese que no ha podido volver a su habitación porque va y viene entre espejos preguntándose cuál conduce a su realidad; porque cada vez que escoge un camino termina habitando el reflejo del verdadero o viviendo en la mixtura entre lo real y el reflejo.



En un eterno como si fuera... ese que estará siempre en la víspera de la vida, esperando, acechando, tan exacto que siempre es anacrónico, porque se incorpora al presente y el resto piensa en pasado o porque cansa de hablar tanto sobre sus desactualizaciones. Un poco mareado como si fuera ese que dio la vuelta al mundo en pocos años, curtiéndose la piel bajo soles imposibles o fríos que hacen sentir el humor de los huesos.



Instalado frente al espejo que cree verdadero toma decisiones, busca salidas y se aferra a cada pedazo de realidad que evita su naufragio, como si fuera aquel que estuvo varios días a la deriva, dando vueltas por un mar que lo mecía, dándose ánimo como si fuera el que lo rescataría una tarde de desesperanza.



José Medeiros

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