miércoles, agosto 20, 2008

Morro da Providência

A veces los objetos tienen rostro y nos muestran a su usuario, al verdugo, al artista, a las amadas o amados. Las huellas en los objetos son perceptibles, plásticas (que con cuidado acomodamos como nuestras), blasfemas o simplemente inherentes. Aunque no lo sintamos los objetos sostienen la presencia del autor, usuario o dueño. No hay algo tan ajeno al mundo como una calle sin transeúntes, un estadio vacío o la ropa sobre un sofá o colgando en la cuerda. “La desgracia del objeto” es su anónima presencia sin dueño o padre. Así los antropólogos, arqueólogos, fetichistas, coleccionistas, ladrones, millonarios, mujeres de compras, entre otros, nombran el mundo con sombras y olores. Los objetos guardan un espacio para nuestra presencia. Como un grito guardado en un muro o un vinilo de banda local. Por ahora un artista hace presencia, plasma y reconstruye huellas en Río de Janeiro.

El artículo que explica la intervención

JR (autor)


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