martes, septiembre 29, 2009

Mi número tres por estos días (Top 10)

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lunes, septiembre 28, 2009

La necesidad de las pequeñas causas





La vida es una secuencia, el bucle que va de un lado al otro. Es imposible pensar en linealidad cuando lo inoportuno, la casualidad hacen parte constante de nuestro pensamiento y sufrimos constantemente sus arbitrios. Casi como en una serie de eventos inconexos dormimos, despertamos, decimos, callamos, mentimos, soñamos y a dormir otra vez, para proporcionarle algo de orden a la secuencia. Realmente, al tomar cada mañana la decisión de despertar, tomada con anterioridad (despertador) o al azar, caemos en cuenta que estamos en la página siguiente, terminando de crear algo inconcluso o siguiendo el mandamiento del universo. Pedir sensatez se hace imposible; sin embargo, la referencia constante a mecanismos para recordar fenómenos que nos traiga la etapa anterior o lo que dije esta mañana, son proyectos que gastan nuestros pocos días memorables.


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lunes, septiembre 21, 2009

La mirada de Manuel H.





El pastiche de recorrer los lugares fotografiados se parece a la evocación de recuerdos ajenos. Pasar por los lugares dolorosos de una ciudad es entrar en la memoria (sólo de los vivos) de los citadinos o de los recién llegados. Cruzar una cuadra del centro de la ciudad es esperar que la densidad de recuerdos deje un espacio para la novedad. Caminar por la niebla de miradas perdidas, dejadas al paso es la única forma de hacer historia. La fotografía es pensar en el que está al otro lado. Las fotos de las modelos nos impregnan de envidia, el fotógrafo la pudo ver y nos da la prueba, nos comprueba que estuvo allí. Es más importante el fotógrafo que los retratos, la intención que los resultados. Envidiable la mirada del fotógrafo, que la miró, que los escuchó y que los vio irse, hacerse pequeños a pesar de su grandeza o hermosura.


Algunas fotografías en: Asociación Colombiana de Fotógrafos El Tiempo Semana

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lunes, septiembre 14, 2009

Magritte y Kuitca (Pinche aquí)





Todas las mañanas me levanto preocupado por mantener la cordura. A veces, bajo y empiezo a mirar a la gente, como si ellos detectaran mis cambios cognitivos. El temor latente que me confiere el filo de lo normal, me propone un constante examen de la realidad. Paso las horas recordando los teléfonos memorizados, los rostros aprendidos, los detalles de los conocidos y desconocidos (aquellos que debemos saludar en caso de estar fuera de contexto, donde el lazo con lo real es ese rostro indiferente en nuestra vida o parecido a alguien que conocemos). Cuando nos preocupamos demasiado por la sensatez nos pueden acusar de locos, así como el ladrón se preocupa por parecer honrado. Por eso sólo los miro un rato a la cara y “me hago el loco”, “el no es conmigo” es una táctica que denota una alta estima por lo real, esa masa formado por la normalidad. Sin embargo, la suspensión de lo normal nos hará centro de todas las miradas. En mitad de la normalidad los podré mirar y pasar desapercibido, dejar una estela de buenos comportamientos; así dormiré tranquilo. Más tarde me levantaré pensando sí todavía no me he desnormalizado.

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miércoles, septiembre 09, 2009

Siéntese, por favor...






De vez en cuando, caemos en la cuenta de las horas frente a una mesa. La civilización nos llevó a domesticar el mono y ponerlo al frente de un escritorio. Las horas pasan, acumulamos horas, milenios, eras geológicas sentados frente al horizonte artificial. La agricultura nos volvió sedentarios y la civilización nos volvió sentarios. No importa cuánto lleguemos a avanzar, no importa qué tan lejos lleguemos en el espacio; siempre será un buen lugar aquel que tenga sillas o algo parecido; éste será perfecto para los humanos si tiene una mesa, un escritorio o algo parecido que combine con esa mítica silla. Desde que domesticamos la piedra, nos sentamos en ella, la aplanamos, la pulimos, le impusimos la madera y quedó perfecta para la computadora. La ventana nos llevó a mirar a los otros mundos sin pararnos. Cualquier otra actividad que implique erguirnos será la revolución aplazada, la que nos llevará a una nueva época, donde las sillas tengan espaldar blando, ese que adelgaza, relaja, civiliza y nos hace más humanos, el que nos hará caminar de nuevo.


Michael Gleizer

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jueves, septiembre 03, 2009

Anamorfosis






Esa máquina de sentido que es la ciudad hace que las aglomeraciones sean residuos de un pasado mejor. Ya que siempre estuvimos mejor; desde el propio nacimiento, todo futuro será frustrante; a menos que nos lleve al vientre materno, que nos dejará el cerebro tan plástico como el del bebé que fuimos.

La concentración de frustraciones y deseos insatisfechos en un bus nos llena de esperanzas irremediables en utopías de días mejores; la magnitud de la imaginación matutina que se prende como racimo a la puerta del concurrido transporte, hace memorable y memorístico cualquier viaje por la ciudad. Todos los rincones serían un sofisma de distracción, un compendio de espacios cerrados, una excusa de linealidades: barras de café y cerveza, donde se ofrece todo lo que nos estimula. La cercanía con las tristezas del otro nos incorpora a la reacción en cadena de los actos ajenos, que en la ciudad se entrecruzan con las esperanzas y las acumuladas imaginaciones de viejos verdes, pervertidos adolescentes y los paraísos de las beatas.

Anamorfosis de Eduardo Relero

Julian Beever

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