lunes, diciembre 27, 2010

Levántate tocayo... Que ya es hora de un "nuevo" simulacro...

El fútbol, como cualquier otro juego, es un simulacro que produce emociones. Al igual que la literatura y que las promesas, el deporte establece mundos artificiales donde esperamos que salgan las cosas a pedir de boca o que terminen como se nos dé la gana. Sin embargo, ni el deporte, ni la literatura, ni mucho menos las promesas, se cumplen como el capricho lo manda. Por más que construyamos un castillo con entrevistas optimistas (pocas veces he escuchado un jugador, técnico o directivo pesimista), entrenemos como locos a doble jornada, oremos toda la mañana o seamos amables; por más que hagamos eso, jamás salen las cosas como las pensamos.

Cierro un año futbolístico con las ilusiones intactas (porque no se han cumplido y como ilusiones se mantienen). No hace falta un resumen, todos lo saben y a los otros no le interesa. Lo que no quedaría mal sería una remembranza personal, que como cada cosa importante sólo le entraña al dueño. Es en un campo de fútbol con casetas de Freskola y balones Mikasa, el resto es fantasía, inventos y simulacros, no tengo más. He olvidado de que se trataba.

Mientras mi pasado es una promesa por cumplir, no puedo hacer más sino seguir viendo fútbol, esperando simular la olvidada emoción de la infancia.

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viernes, diciembre 10, 2010

Lástima que se cruce con otros compromisos....


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viernes, diciembre 03, 2010

La resaca del fin del mundo






En El Uruguayo de Copi todo se acaba. Algo pasó y el mundo a narrar arranca en el limbo del mismo. Aunque extraña, tanto la novela como la sensación del fin, no es una pulsión ajena a la memoria humana. ¿Por qué esa conciencia del final de los tiempos? ¿Qué nos ha pasado como humanos, como especie, para pensar siempre en un punto final? No sé, solo puedo especular. Hablamos del “fin último”, de “finalizar”, de palabras como “definitivamente” o de rumores apocalípticos que buscan persuadirnos por doquier. Tememos visiones, desarrollamos juegos con el fin de terminarlos en un pico no por cansancio (menos por aburrimiento). Calculamos costos finales, amamos discutir sobre la justificación de los medios y el fin. Arruinamos el presente con un futuro permanente, siempre hacemos cosas por el futuro. Pero, lo tenemos instalado como especie, creo que hasta como seres terrestres; por eso no nos libramos de él.

Fotografías antes del fin de HELEN LEVITT


Mientras, antes de terminar, seguiremos escapando, escampando o evitando los adelantos de una posible extinción propuesta por la naturaleza. De pronto, algún día, sepamos cuándo nos obsesionamos con los finales, con los limbos; luego, cómo fue que terminamos creando las segundas partes (todas pésimas, pero muy esperadas).

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