martes, agosto 19, 2014

Sin aviso

Como si no hiciera falta el presente,  como si no tuviéramos que vérnosla con el ahora, ponemos en mente imágenes sin tiempo. De esas que son oníricas porque no atienden a  una medida temporal, solo a la asociación incesante de ideas. Aparecen de un momento a otro, son el amigo que vuelve y desaparece de un instante a otro, el comensal que comparte nuestra mesa y no sabemos  si antes del almuerzo ha realizado su peor acto o tiene la satisfacción de algo que lo congració con su humanidad.


Nunca llegan como la lluvia con un frío suave en la cara o con arcadas antes de precipitarse por nuestra boca como el vómito o las injurias. Se hacen presentes como la auténtica sorpresa, no la que se podría presentir, son lo mismo que la inexplicable vez en que nada tuvo sentido. Así acuden, pasan y desaparecen para caernos,  en cualquier otro momento, en gracia o desgracia.  

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