La
desencadenante decisión de hacer algo que pretenda ser real es la experiencia humana por excelencia. Así se ha llegado a poblar la existencia con
diseños incompletos, formas sin finalidad o se ha dejado por terminar la
mayoría de los sueños, irresolutos por definición. Por lo tanto, hay cosas, pensamientos, imágenes o destrozos a
medias por doquier.
Ahora, solo
por ahora, solemos deducir que el mundo
es de esta manera. A pesar
de la evidencia, no dejamos de añorar la pretenciosa idea de tener algo acabado o final, por eso
es llamado ideal. De esta manera, hay una distancia casi sideral entre el
ser y el será. En el intermedio hay una proliferación de registros de ideales,
arquetipos fallidos, de universos y pensamientos truncados. Hasta ahí, no más adelante, podemos decir
algo sobre lo que hacemos.
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