jueves, junio 28, 2012

No tengo palabras hoy








saul  leiter

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domingo, junio 24, 2012


Hay muchas formas, caminos, armatostes, sentires o objetos que pasan de uno a otro. De mano en mano, de mente en mente, de un día para otro; todas esas alternativas arman entramados. Los tejidos se tensan para ser cubiertas de seres, acciones o pensamientos. No son solo máscaras o hipocresías, son complejas formas de ser, verdades fabricadas para ser reales, como cualquier promesa o acto de fe. 


Mientras cada cual se entrama, pasan los días que nos forjan posturas, esas que van atendiendo nuestra vida mientras nos alejamos del origen.  Ese primigenio se vuelve destellos, se duplica cada tanto y nos volvemos polipresentes, replicantes de muchas voluntades. Nos miran de muchos tiempos, nos interceptan en tremendos lugares o mentes que escarban en parajes olvidados. 


Sin embargo, otras veces pasa que somos únicos, sin vuelta, sin replicantes o espejos al infinito, sin tiempo.  Nos ven casi nuevos, nos preguntan por lo obvio y lo cotidiano, eso que no existe en otros lugares sino en nuestro lineal vida. Levantamos el entramado para encontrar respuestas que no hay a la mano. La primera imagen nos atrapa y somos solo lo que el prójimo ve y no de otra forma. Esa retención se vuelve vida, y sospechamos que tenemos ganas de no volver a los armatostes,  a los diseños o que tejemos  en el mismo plano muchos objetos. 

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viernes, junio 15, 2012

"Piedras rodando por siempre"







Una mañana, cerca de la rivera de un río que me genera demasiado respeto, escuchaba una emisora local, donde los asiduos se quejaban de una estatua que no los representaba. La insistencia recaía en el motivo del objeto, que le daba forma a los  colonizadores, a los invasores, a los recién llegados.  La disputa me llevó a conocer la susodicha  piedra a medio elaborar.
 Al rato, al frente, con fondo de río; mientras acomodaba el pensamiento a la contingencia de emitir un juicio político (el estético ya estaba lleno de improperios, lástima y hasta cursilería sobre nuestras costumbres),  me uní a los contemplativos de ese pedazo de mal gusto.  Mi veredicto fue definitivo, eso no podía representar a nadie, ni a los dueños ni a los ofendidos. Sin embargo, me quedó rondando en la cabeza  la idea de los monumentos, de las piedras representativas de una civilización, de las ganas de inmortalizar en sólido, de las llaves que he donado para hacer estatuas que no he visto.
Por estos días, también, caí en la cuenta del uso particular de los monumentos. Más allá de ser el baño romano de las palomas o la silla de ángeles en poéticas películas, el bronce, cobre, piedra o  demás materiales se convierte en el lugar de las miradas, de los odios,  de la afirmación de las convicciones; por eso cada vez que  creemos en el fin, en la posibilidad de levantarse mejor al otro día, vamos y destruimos la primera estatua que se nos atraviese.  Los monumentos están hechos para ser destruidos, es el lugar de tensión  para nuestras ideas. La civilización nos llevó a romper como piñata nuestras caducas convicciones. Así, mientras sonaba el río, pasaba la estatua, se quejaba el radio, miraba la piedra, destruía imágenes, desmontaba el pensamiento, volvía al mundo, a lo más humano que tenemos: ese instinto por no dejar piedra sobre piedra. 

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lunes, junio 11, 2012

Como si pasara el tiempo...




Casi como los ciegos y el elefante, como si no fuera capaz de distinguir entre un color y una sombra; casi como la imagen a través de un vidrio martillado o como te deformas por el filtro del amor, así pasan las cosas.  El poder de dilatar el tiempo, de no tener un segundo igual, nos hace enteramente humanos. El viento pasa, las estaciones tardan o se adelantan, pero están; sin embargo, el tiempo en nosotros se suspende, se recoge, se retrae o se suelta por el laberinto y nos persigue, alcanza, macera, acaricia, retrocede, cede, te ve, huye o espera.  La relación entre tiempo y visión es tan rancia como la costumbre de adelantarlos en cada una de ellas. Vivimos dispares, distorsionados o ausentes del tiempo o de tu mirada.