domingo, junio 24, 2012


Hay muchas formas, caminos, armatostes, sentires o objetos que pasan de uno a otro. De mano en mano, de mente en mente, de un día para otro; todas esas alternativas arman entramados. Los tejidos se tensan para ser cubiertas de seres, acciones o pensamientos. No son solo máscaras o hipocresías, son complejas formas de ser, verdades fabricadas para ser reales, como cualquier promesa o acto de fe. 


Mientras cada cual se entrama, pasan los días que nos forjan posturas, esas que van atendiendo nuestra vida mientras nos alejamos del origen.  Ese primigenio se vuelve destellos, se duplica cada tanto y nos volvemos polipresentes, replicantes de muchas voluntades. Nos miran de muchos tiempos, nos interceptan en tremendos lugares o mentes que escarban en parajes olvidados. 


Sin embargo, otras veces pasa que somos únicos, sin vuelta, sin replicantes o espejos al infinito, sin tiempo.  Nos ven casi nuevos, nos preguntan por lo obvio y lo cotidiano, eso que no existe en otros lugares sino en nuestro lineal vida. Levantamos el entramado para encontrar respuestas que no hay a la mano. La primera imagen nos atrapa y somos solo lo que el prójimo ve y no de otra forma. Esa retención se vuelve vida, y sospechamos que tenemos ganas de no volver a los armatostes,  a los diseños o que tejemos  en el mismo plano muchos objetos. 

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