lunes, febrero 09, 2015

Caprichoso, desfasado y demorado conteo musical. Vol. 3

5. Get the Blessing - Lope and Antilope



El combate  lo he perdido desde el comienzo, ya no puedo afirmar mi  menosprecio interesado para desinteresarme. Simplemente la música ha sonado sin obstáculos y no he podido evitar entrar en mi zona de ingenuidad. Ese debería ser el efecto que nos daría conocer a alguien, chocar con la vida de otros, entrar en un universo diverso, novedoso; sin embargo, la cortesía, las buenas maneras, el tacto y nuestro escudo permanente solo dejan filtrar rostros, títulos u oficios. Menos mal la música no sufre de eso; mientras nosotros nos cuidamos, ella entra vulgarmente al gusto o disgusto. Eso, o algo parecido, acaeció la tarde que me atacó la pandilla de cabezas como dulces.

4. Ty Segall - Manipulator

 
Inevitablemente se nos notan los años en el rostro, en las pausas, en la pérdida de ansiedades y, a veces, en decisiones bien tomadas (aquí iba escribir en los nuevos desatinos y vergüenzas, pero mejor no). También, en que nos vamos convirtiendo en anticuados para otros, para una generación, para todos; como por arte de magia (menos mal) nos empezamos a distanciar de los recién salidos de la adolescencia. Especialmente, se nos ha curtido el oído con canciones de todos los tamaños, sensaciones sonoras que fluyen solitas cuando suena una canción nueva. Sin embargo, la búsqueda no es por la novedad, ella ya casi no importa; sabemos que los formatos se han desgastado, se han vuelto en una característica nada más, ellos son el marco del sonido que simplemente sucede. Así fue fácil deleitarse  con Manipulator, dejar que hiciera su trabajo, durante las docenas de veces que escuché esta joya casi noventera, casi de avanzada, casi rock; casi desterrado porque logré hastearme de tanto darle play. Y sí, era el viejo, con música casi anticuada, el testarudo que se quedaba dormido con el radio a todo volumen mientras soñaba que todo álbum es una eterna repetición de estructuras que se recrean en las hectáreas de la mente. 


3. Emicida - O Glorioso Retorno de Quem Nunca Esteve Aquí

 

El cariño por las cosas nace en cualquier momento, aplica también con las personas, nace de pequeños detalles, de una sensación o una forma o voz, esas que habían pasado desapercibidas. A partir de ese desencadenante se nos ofrecen universos completos con paradojas, barbaridades y maravillas. Allí, los objetos, como en  Tan lejos y tan cerca, se convierten en el pasaje a su naturaleza,  su pensamiento en é. A  veces (como siempre empiezo y continúo) ese espíritu se abre, se expande sin parar. Choca contra todo, dándonos la mejor lección de novedad, la real no artificial, así provenga de un objeto.  De esas cosas son las que me habla al oído  las canciones de Emicida. Sencillo, directo, poético, natural.


2. Band of skulls - Himalayan



Increíblemente la banda suena sosa al vivo, y no es que sean malos músicos o que el álbum sea demasiado producido. No, sucede que es aburrido, solo eso y estalla al vivo como un silencio incómodo entre desconocidos o  la tediosa manera de hacer los deberes no deseados. Sin embargo, el conjunto de canciones destaca como una contundente muestra de la necesaria diversidad a la hora de componer. Nadie es igual un día que el anterior o el siguiente. A esta banda le pasa lo mismo, no es nada del otro mundo, pero el álbum completo es un placer en su conjunto y cada escucha se reedifica. Presenta una energía inusual, de guitarras rítmicas que no son el capricho del oído sino el mecanismo que permite montar las melodías de la voz como  casi hablada. Este fue mi lugar común la mayor parte de los últimos nueve meses. Advierto, que no es del otro mundo, pero me fascinó.

1. Vetusta Morla – La deriva


Hace muchos años no me encontraba con un álbum en español tan contundente, elaborado y con un concepto tan evolucionado en la misma propuesta de la banda. Este no fue solamente el más cantado, escuchado, querido o reflexionado en los últimos tiempos sino que representa una lección personal. Tiene para enseñarnos la posibilidad de seguir creando, reelaborando las atmósferas, seguir rimando y dejando a un lado los lugares comunes. Su propuesta sonora no hace lo fácil, sino que experimenta la posibilidad de armar canciones de otras formas utilizando un mínimo de solos o instrumentos sobredimensionados. La banda se hace presente como un equipo afinado, presto a cumplir el objetivo propuesto, nada de protagonismos o salidas esperadas. La deriva es fundamental para entender cómo se crea el concepto de álbum y sobre todo cómo construir el tema de las canciones. No hay canciones de amor fáciles en su curso, tampoco el deseo de ser directos o la necesidad de hacer algo chicloso; es la oportunidad de expresar el sentido del mundo en nuevas palabras, la salida de los conflictos, la puesta en escena de alternativas al pensamiento. Así, se dejan escuchar  doce canciones que dejan demasiada alta la expectativa para su siguiente trabajo.

Al vivo han cambiado, su anterior gira tenía la misma fuerza, comunicaban la misma novedad pero no sabía que podrían hacerlo mejor. Dos años después se nota el cambio, el ensamble fascinante y el sonido más cuidado. Experiencia sonora que lo deja a uno congraciado con la música rock, con la vida tal como toca, sin atenuantes.  

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