domingo, diciembre 21, 2008

El dolor civilizador


Ante la embestida de las olas un honroso, promiscuo, un iniciado en las olas (de la vieja manera), visitante desaforado de los puertos, odioso tripulante de la Magenta Star, incluso silencioso compañero del horizonte; rompe su estética de cebra para dejar ver un tatuaje, no de ancla, no de navío, solamente es el dibujo de una dolorosa marca. El dolor permitido socialmente es una cualidad de nuestra especie. Desarrollamos actividades que implican dolor, nos sometemos a experiencias con el umbral ampliado, con la entrada de par en par, a los dolores físicos, inherentes a toda actividad humana. Entre ellos están los procedimientos quirúrgicos que ponen de forma latente el dolor como marca. El orgullo de nuestro pasado es de dolor. Socialmente somos aceptados si poseemos cierta dosis dolorosa; una cicatriz, un tratamiento doloroso (una lipoescultura); una marca de la presión sobre el cuerpo (ejercicio, dieta, tratamiento facial); todas estas experiencias (en todo caso) individuales, como las madrugadas, el abrir los ojos, la pereza o la felicidad (incluido el amor). Los dolores colectivos se llaman solidaridad. Espero que la evolución nos lleve a la disminución del dolor o al menos a una mayor solidaridad. Socializar el dolor nos hizo humanos y a veces lo olvidamos como todo dolor, que es pasajero (no hay un dolor que dure toda la vida).

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