miércoles, enero 30, 2008

El ring de boxeo más hermoso del cine...


Dos ojos salen de la pantalla y nos atacan. Lágrimas, casi al estilo de un novelón. Sin embargo, emotiva, grandiosa, imágenes que perduran; Edith Piaf no atina una… Tan real como en el cine. Los primeros veinte minutos son para dejarse llevar y entrar en una nueva dimensión. Lo preparan a uno para llorar cuando la niña cante. Me importa poco si fue verdad todo lo que vi; vimos una buena película. Es una mujer que naufraga, cambiaría su voz por un espacio de felicidad. Daría un ojo por Marcel, el otro perseguiría a los aduladores, a los zalameros. Hasta ahí la película.

Mi prima me había advertido.”Todos son viejitos que salen muy contentos y hasta llorando” (las comillas son mías y no me acuerdo si realmente usó estas palabras). El público maravilloso, por fin me siento joven para algo. Emotivo, casi sumamos frente a la pantalla, mil quinientos años. Sala por poco llena, Marlene Dietrich nos miraba y casi se para el público ante su aparición. El encanto de las cosas pequeñas , ojos grandes he visto, salud que se quiebra también. Uno sale cantando, así no pueda hacerlo bien, la misma canción que tararonquiaba antes de la película: “Rien de rien... /Il ne se passe jamais rien pour moi”.

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