domingo, febrero 08, 2009

Amanecer del siglo XX





Alvin Langdon Coburn

Al separar la vigilia del sueño es difícil de establecer la realidad. Uno abre los ojos y verifica que sea el lugar donde debe despertar. A veces no se sale del territorio de los sueños; de suceder así, nos despertamos en lo onírico. Es otro el que se levanta, otro pide tener tiempo para soñar (el soñador pocas veces es consciente del sueño en el que participa), ese otro busca desesperado los zapatos bajo la cama. Sin embargo, cuando se asome al espejo será el mismo. Ya que se mira, de un ladito, del otro; para salir corriendo cuando descubre el retraso. Las hermosas calles en la mañana se desparraman sobre un luz que hace transparente la noche que hemos pasado (en los días lluviosos un insomne pasa desapercibido). Cinco mil mujeres hermosas, trotan en la mañana. Los infelices estudiantes disfrutan el viaje a la contemplación (literal) del mundo. La armonía del desespero no permite que choquen los trabajadores; las miradas son nuevas, las ilusiones se mantienen y otros esperamos para entrar en acción más tarde. Poco a poco los sueños se desvanecen, descubrimos lo que es despertar, descubrimos que hemos soñado demasiado y la reluciente afeitada no es una máscara. Hoy definitivamente debe ser lunes.

(a las 6 de la mañana) y los carteros sólo dejan propaganda en el buzón

(a las 6 de la mañana) y los políticos estrenan la sonrisa de almidón

(a las 6 de la mañana) y se desdice la coartada de la noche, señor juez

(a las 6 de la mañana) y las esposas engañadas se acostumbran a perder

(a las 6 de la mañana) y el sol cobarde de las tardes tarda siglos en morir

(a las 6 de la mañana) y los semáforos al rojo mal de ojo de Madrid

(a las 6 de la mañana) y se afeitan los que nunca tienen nada que soñar

Alguna canción de Sabina



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