miércoles, enero 13, 2010

"Las muertas" de Jorge Ibargüengoitia






Cada vez que un narrador omnisciente intenta convencernos de algo suponemos que intenta esconder el truco. Deja de lado la incertidumbre y nos atenemos a sus conclusiones, omisiones, fobias y cegueras. De algunas filias sacamos provecho, dejan que las novelas se transformen en la dicha del lector, ese tipo que aguanta el discurso del desconocido sobre otro montón de desconocidos. En Las muertas, de Jorge Ibargüengoitia, todos quieren o queremos rendir testimonio. Las hermanas Baladro mandan en sus burdeles, explotan a las anónimas (a fuerza de los múltiples seudónimos) prostitutas, dirigen nuestra mirada a sus bienes y si nos vieran seguramente nos cobrarían boletos con intereses por contemplarlas (Arcángela me tendría, con marcador rojo en la columna “Deudores morosos”, en su diario financiero sobre coitos impunes). Sin embargo, ellas siendo el eje, el tema, el asombro, la leyenda pasan por ser pasivas ante la multitud de testimonios. Constantemente nos regalan los personajes sus mejores recuerdos, mentiras, sueños y todos quieren tener que ver con lo macabro de la historia.


Pasando la hoja, muchos mexicanos todavía recuerdan la anécdota de “Las Poquianchis”. Cada testimonio cambia la versión. El olvido alimenta, mutila, asesina, admite o perdona a las hermanas González Valenzuela, quienes inspiraron la novela. Las voces de los implicados, las fotografías, las muertas, las mismas hermanas en sus dos versiones son la esencia de este relato. J. Ibargüengoitia no deja morir la pluralidad del recuerdo (aunque a veces se cuele un narrador en tercera persona que ponga hitos para la lectura), esa orquesta de burdel que canta la deshonra y felicidad de un pasado truculento, que nos ata a la lectura, que nos pone a tararear nuestra experiencia con ellas, esas voces que siguen cantando y exagerando. Para el bien del recuerdo un poco de memoria, un poco de morbo. La pregunta por saber quiénes son las muertas del título no deja de sonar, incluso cuando nos hacen el inventario. Reiniciar la historia puede ser renunciar a la búsqueda de la versión final.


Un buen artículo sobre Alarma!, donde se leyó la historia que contamos y en esta página encontré las valiosas fotografías.


Documental


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