domingo, junio 05, 2011

Espejos de feria

A propósito de los espías y su necesaria ambigüedad, me he asomado a varios espejos de feria últimamente. De más está explicar lo poco que puede haber de novedad en esos abismos ajenos. Consecuentemente, cada uno de los espejismos creados, que ha desfilado por necesario reflejo, se trastoca y termina siendo lo que es en realidad: sombra de nosotros mismos. De vez en cuando me veo saltando, corriendo, pensando, amando, robando y huyendo, apaleado en una plaza, mirándome con extrañeza, asco, deseo, desprecio, reproche y cariño; una tarde me sorprendí desfilando una ropa imposible que de habérmela puesto yo mismo no sabría encontrar el espacio para meter la cabeza.

De pronto nos vemos en otro lado y la extrañeza atraviesa el reflejo, le pone contextos inmediatos; remotos paisajes de vida, selvas donde muere de tedio. Entonces, nos imaginamos a los otros en sus vidas, amando, viviendo. Es el juego de pensar cómo será la casa de los desconocidos, la desnudez de ellas, las familiares palabras amorosas de las enfadadas mujeres que se encaprichan en ser lejanas, cósmicas fanfarronadas, verosímiles intenciones. Todos tenemos un único rostro en la mente de los demás, para algunos tenemos la templanza de la experiencia, una que otra aberración o simplemente nos estacionan en ridículas circunstancias de las que no hemos salido en años.

En ocasiones espiamos, construimos desvanecientes vidas, como las figuras de los enanos que pueblan los espejos de feria.

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