martes, abril 15, 2008

Las leyes de Asimov han sido rotas...

Cuando se inventó la inteligencia artificial, se pensó en la ignorancia generacional. Cada día importa menos qué sabemos o si lo ponemos en práctica. La profesión del sabio está en desuso. Casi por pesar, por no dejar, por entender el capricho del conocimiento, se le pregunta a los especialistas. Hoy existe gente capacitada, que trabaja en su área y conoce. Pero, si no cuenta con la simpatía del público, no es nadie. También, el que sabe, se las cree y deja este mundo profano. Se escuda en Sofilandia (lugar de la sabiduría y de los sofismas). Un robot, reemplaza nuestra ignorancia. Son tan inteligentes como nosotros. Es decir, solamente realizan una labor a la vez y no preguntan. No les da sueño y no hacen huelga. No se enamoran de su secretaria o no hacen mala jeta cuando se les pide un favor. Ahora no importa saber, sino tener. Lamentablemente todavía enseñamos el amor al saber productivo. ¿Cuál es la salida? Los autómatas nos reemplazarán, en la mayoría de los casos con mayor acierto que nosotros mismos. La creatividad humana es irremplazable, pero la productividad de la máquina es superior. Sin embargo, nos solicitan ser más productivos. Hacer las cosas mejor, nunca de forma diferente. Que seamos tan fríos como calculadores; que la productividad sea lo máximo. El dilema está en que los humanos no tenemos otra capacitación que esa. Ser productivos. Sarah Connor tiene perdida la batalla desde el comienzo.

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