La nariz de Cleopatra
Si tuviéramos la capacidad de oler lo que quisiéramos oler, tendríamos una ventaja sobre nuestros semejantes. Aplicaríamos la discriminación, así nos quedaríamos oliéndonos siempre a nosotros mismos y a nuestros amores. Sería emocionante si pudiéramos evocar olores, atrapar su recuerdo. Al recordar un olor tendríamos asegurada la nostalgia total. La sociedad sería totalmente retro. Los olores permanentes nos llevarían a conservarlo todo. La memoria tendría su espacio lleno de olores y el resto lo perderíamos. Las imágenes no recrean nada, son estáticas; parece que no confiamos en nuestra memoria, tampoco en las secuencias con fidelidad. La mezcla química de los olores nos permite ser impulsivos. El recordar olores permitiría la química perfecta y sólo nos enamoraríamos de los olores que regresaran con más fuerza.
Uno que evoco porque no lo puedo recordar, es el de una fábrica casi a la media noche. Ese olor nunca he sabido a qué es… Artificial o no, es una incógnita no superada, permanente. La sensibilidad olfativa es de pocos y sobre todo de pocas (contradicción decir muchas para pocos), la irritabilidad es mayor. Oler la muerte sería una buena metáfora si no fuese tan popular.
La pintura corresponde a Cabanel, Alexandre
Etiquetas: Algo huele mal...
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