jueves, octubre 02, 2008

La nariz de Cleopatra


Si tuviéramos la capacidad de oler lo que quisiéramos oler, tendríamos una ventaja sobre nuestros semejantes. Aplicaríamos la discriminación, así nos quedaríamos oliéndonos siempre a nosotros mismos y a nuestros amores. Sería emocionante si pudiéramos evocar olores, atrapar su recuerdo. Al recordar un olor tendríamos asegurada la nostalgia total. La sociedad sería totalmente retro. Los olores permanentes nos llevarían a conservarlo todo. La memoria tendría su espacio lleno de olores y el resto lo perderíamos. Las imágenes no recrean nada, son estáticas; parece que no confiamos en nuestra memoria, tampoco en las secuencias con fidelidad. La mezcla química de los olores nos permite ser impulsivos. El recordar olores permitiría la química perfecta y sólo nos enamoraríamos de los olores que regresaran con más fuerza.

Uno que evoco porque no lo puedo recordar, es el de una fábrica casi a la media noche. Ese olor nunca he sabido a qué es… Artificial o no, es una incógnita no superada, permanente. La sensibilidad olfativa es de pocos y sobre todo de pocas (contradicción decir muchas para pocos), la irritabilidad es mayor. Oler la muerte sería una buena metáfora si no fuese tan popular.

La pintura corresponde a Cabanel, Alexandre

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