sábado, diciembre 27, 2008

Fotografías de 2008



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lunes, diciembre 22, 2008

La sombra que civiliza











A medida que los siglos pasan (por lo tanto el efecto no se detecta empíricamente en una sola vida), nuestra cultura nos lleva a construir un techo. Se ha vuelto tan importante que es una de las metas más importantes de media humanidad: tener un espacio privado. Sin embargo, cuanto hacemos por crecer, abastecernos, simular comunidad o parecer civilizados, nos demuestra que somos hombres de puertas hacia adentro. La llegada a la “verdadera ciudad” en el siglo XX, implicó que lo rural se volvió exótico, de postal, un sueño romántico, una aventura donde los extraños seres del campo son objeto de amenazas, saqueos, cuidados y abusos, en general. La convicción del pensamiento como construcción se hizo realidad. Cada espacio que pisamos en la ciudad es la exposición de una idea. Las paredes que albergan mi vigilia son instituciones: el andén, tu casa, mi casa, su casa, aquel colegio, prostíbulo, centro comercial, ese encantador lugar subterráneo. Todos ellos son celdas de información, el espacio ha sido codificado. ¿Cómo apilarlo, guardarlo, organizarlo?La respuesta es tan humana como el deseo sexual. Cada uno de nosotros clasificamos, organizamos, modificamos; lo poco, lo mucho que tengamos. Creamos un espacio, así sea virtual (palabra sofisticada para el desposeído) que permite solucionar algunas preguntas filosóficas, las otras se dejan al destino (quién soy, qué hago en la vida, cuál es mi decisión, ¿algún día lo haré?). Tu cuerpo es un espacio donde me veo caminar mañana (cursi, curvo, cuerdo). El futuro no es de edificaciones y aparatos plateados, tampoco está en el papel aluminio o en el rayo laser. La vuelta de la esquina es un lugar, siempre espacio. La categoría suprema del humano. Nuestra sombra obsesiona, nuestras dimensiones nos delinean y las rejas nos separan. Continuaré viviendo el 85% de mi vida bajo techo. Esperando el inicio de una civilización al aire libre.



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domingo, diciembre 21, 2008

El dolor civilizador


Ante la embestida de las olas un honroso, promiscuo, un iniciado en las olas (de la vieja manera), visitante desaforado de los puertos, odioso tripulante de la Magenta Star, incluso silencioso compañero del horizonte; rompe su estética de cebra para dejar ver un tatuaje, no de ancla, no de navío, solamente es el dibujo de una dolorosa marca. El dolor permitido socialmente es una cualidad de nuestra especie. Desarrollamos actividades que implican dolor, nos sometemos a experiencias con el umbral ampliado, con la entrada de par en par, a los dolores físicos, inherentes a toda actividad humana. Entre ellos están los procedimientos quirúrgicos que ponen de forma latente el dolor como marca. El orgullo de nuestro pasado es de dolor. Socialmente somos aceptados si poseemos cierta dosis dolorosa; una cicatriz, un tratamiento doloroso (una lipoescultura); una marca de la presión sobre el cuerpo (ejercicio, dieta, tratamiento facial); todas estas experiencias (en todo caso) individuales, como las madrugadas, el abrir los ojos, la pereza o la felicidad (incluido el amor). Los dolores colectivos se llaman solidaridad. Espero que la evolución nos lleve a la disminución del dolor o al menos a una mayor solidaridad. Socializar el dolor nos hizo humanos y a veces lo olvidamos como todo dolor, que es pasajero (no hay un dolor que dure toda la vida).

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lunes, diciembre 15, 2008

El libre pataleo...






Ante las circunstancias, lo único que nos queda es el pataleo. En el caso del bombardeo de zapatos, lo único que nos queda es el zapateo. Al escuchar una orden, al tener que cumplir cualquier imperativo legal, exigencia de cualquier tipo o ante el inevitable silencio de la frustración, lo que nos queda es rebelarnos de forma soterrada, sin límites, sin pena. Los comediantes, payasos mediocres o mimos insoportables ya tienen la fórmula, que no da respeto, ni nada parecido. Es el simple y llano pataleo. Ante la intransigencia, deshonestidad, impunidad o simplemente ante lo insoportable, hágase el idiota. Evite al emisor de los mensajes, ese que no admite reclamos, réplicas o una opinión divergente. Propongo la evasión del receptor ignorado. Bótele un zapato, hágase el ausente, entorpezca su paso, déjelo en sus verdades, no lo saque de su paraíso.

miércoles, diciembre 03, 2008

Mike Terry





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Bell'amore Mio




A veces nos preguntamos en qué consiste la fascinación del fútbol; la razón de ver incluso equipos que no nos interesan mucho (¡Qué alegría, ganó Internacional!); almacenar listas de jugadores en la cabeza y recitar jugadas como narrador desempleado. Las explicaciones se pierden al ver un partido de fútbol. La radio se hizo para informar los resultados de la guerra, en cambio la TV para transmitir encuentros deportivos. El hedonismo se justifica en más de 90 minutos, se mantiene en el placer de repasar goles y es un masoquismo al ser hincha de algún equipo de Bogotá (no me importa: “que no te vendan amor sin espinas”). ¿Qué pasaba cuando era sólo una afición de pocos o cuando no había TV o la radio era restringida y ver los goles en el cine era como esperar una carta urgente durante la Colonia? Una respuesta puede estar en las ilustraciones que acompañan los escritos de “Sport, cuadernos de Fútbol”, un hermoso proyecto de la UN, que rescata una revista de 1.930. Encontrarse con esta joya del arte – doméstico, es develar la intimidad de un aficionado que sin banderines oficiales, sin cánticos, sin “El Dorado”, creía y era hechizado por la más el más fiel, hedonista y masoquista de las pasiones mundanas. Aquí algunas imágenes del proyecto.

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lunes, diciembre 01, 2008

Una caricatura oportuna


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