viernes, enero 27, 2012

Asombrosa Yuko Shimizu









Los objetos viejos son umbrales al pasado. Nos descalzamos y entramos en zonas dolorosas o en simples arenas del olvido, esas que hacen cosquillas pero no fastidian. De ahí en adelante, nos despojamos de actualidad, nuestra mirada evocadora se expande como virus. Nos vemos borrosos, sentimos el pasado en toda su expresión, en su actualidad. La piel se expande, nos sobra su contención, nos demarramos por todos lados. Vuelven los aromas, las sonrisas y una que otra desgracia se desprende de las paredes. Caen como cuadros mal puestos los recuerdos, en medio de cualquier momento y dentro de la contingencia; es decir, dentro de lo inabarcable, en cada uno de los segundos que siguen.

Así empezamos a reconstruir, edificar en el pretérito, a sobreponer –nos, a diseñar recuerdos, jornadas de atajos. De pronto el pasado deja de ser la condición. El presente se instala. Su sombra hace brillar un montón de asuntos latentes, vigentes, urgencias aparentes y acciones aplazadas. Pero como cualquier cosa en el mundo, empieza a derramarse, se acerca tanto a otras que forman una. Entonces, el tiempo es uno y las cosas que lo habitan también. Esta es un poco la sensación que me producen las obras de

Yuko Shimizu.

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