miércoles, febrero 15, 2012

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De vez en cuando creemos ser parte de alguna trama, situación o ficción. De hecho, constantemente verificamos lo verosímil de nuestras vidas y nos asombramos de algunos hechos inesperados, o cuanto menos curiosos, de todos los que alegran o apaciguan la existencia.

Cual película de detectives nos la pasamos mirando por encima del hombro para saber si nos siguen. Otras veces suena la misma canción que nos impulsará a salir corriendo cuando nos descubran. Sin contar con los culebrones sexuales y las noticias de guerra que nos ponen en una interminable emisión de series b.

Sin embargo, como en el cinema, a veces damos con buenas tramas, historias, secuencias y focalizadores. Incluso, intríngulis dignos de guión. Ahí es cuando los filmes se parecen a la vida. Construimos decadentes edificios personales, de esos que son habitables por seres cinematográficos y mujeres tan hermosas o tan intensas que necesitan un cuerpo único que las interprete. Allí pasan secuencias interminables, que no son editadas por ninguna mente maestra. Pasan simplemente pasan.

Por último, en la era del video la vida sucede en la imagen. Allí recorremos en forma de película actos nuestros o ajenos. Diatribas de una vida, soliloquios (casi nunca hablamos a la cámara a menos que se nos pida o estemos en el extremo), un solo plano secuencia descuidado nos persigue y nos vigila. La técnica nos pone a competir con la endeble imagen del pasado. Esa donde no era necesario saberse en pantalla para construirse. Nos la pasamos alimentando el personaje, adicionándole vestuario, ademanes, acciones, adicciones y deducciones. Para que me mires y digas ¿Qué te has hecho?

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1 Comments:

At 3:36 p.m., Anonymous Anónimo said...

Es un muy buen escrito me encanto :)

 

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