Sol de lunes...
La ópera de los días se cumple otra vez.
El man de la buseta es un tenor de sandeces.
Los transeúntes bailan mientras se suben a transportes que tienen pasajeros hasta en las llantas.
Los arrechos solitarios se mueven lúbricamente en los pasillos de los buses.
Todos cantan y rompen a llorar (cantando) al llegar tarde.
Los desempleados realizan un réquiem de la esperanza.
Los ciclistas cantan baladas a las mujeres atropelladas y a sus medias recién compradas que tienen la falla de San Andrés.
Todavía no hacen coros como los días de quincena.
Los enamorados callamos y vemos pasar el día entre el cotidiano ruido blanco de la vida.
El tic es el bis de la perorata amada en casa y en el trabajo.
Los sueños son insonoros, son del cine mudo.
Los trancones se congestionan de desdichados karaokes.
Cantamos goles en los cafés y gritamos verdades, que suenan a coro de Juanes (pegachentas pero que nadie toma en serio).
La lluvia rompe todo y e lunes se convierte en otro día, igual a cualquier lunes que llueva.
Canta Bell’ amore mio.
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